Identidad Digital: ¿Construcción evolutiva o protección privada?

 IDENTIDAD DIGITAL: conjunto de información que sumado proyecta una imagen o reputación acerca de nosotros en Internet. Está conformada, en gran parte, por nuestra huella digital y de aquellos datos que constantemente generamos de forma consciente o inconsciente.

En la vida real, nuestros gustos, preferencias marcan quiénes somos. Este perfil personal también se va creando en el mundo virtual.

Hace unos días en mi lectura diaria, sobre actualidad, me encontré con este titular:

“Dinamarca reconoce a las personas el «copyright» sobre su cara y su voz frente al mal uso de la IA”

Actualmente nos movemos en un entorno incontenible donde la IA (Inteligencia Artificial) avanza a pasos agigantados.

En este contexto, Dinamarca ha impulsado una reforma novedosa: una ley que reconoce legalmente el derecho de cada ciudadano sobre su imagen, voz y cuerpo, incluso en entornos digitales, donde nadie podrá utilizarlos sin previo permiso.

Está claro que la medida marca un precedente frente a fraudes, “Fake News” o “Deepfakes”.

Ahondando más sobre el tema, que me apasiona, cono DPD (Delegada de Protección de Datos) me encuentro con otra noticia:

“El implante cerebral que lee los pensamientos: un milagro médico que abre nuevas cuestiones éticas”

Aquí mi cabeza implosiona y me surgen muchísimas preguntas relacionadas con la “Identidad Digital”

Leer los pensamientos ya sería posible en humanos gracias a un implante cerebral acoplado a una inteligencia artificial. Esta tecnología promete ofrecer una nueva forma de comunicación, sin embargo, ¿qué pasa con la privacidad, el consentimiento o la seguridad mental?

Según el estudio realizado en la Universidad de Stanford, han logrado decodificar directamente el habla interior, es decir, lo que una persona piensa y el sistema ya muestra un 74% de precisión en tiempo real.

Pero, ¿decodificar la voz interior está exento de riesgos? Porque en el estudio también queda reflejado que, durante las pruebas, se pudieron captar señales inesperadas, que requirieron activar una contraseña mental para proteger ciertos pensamientos.

Teniendo en cuenta “todo esto”, ¿dónde queda nuestra privacidad?

Si la privacidad es un Derecho Fundamental reconocido internacionalmente, en la Constitución Española (Art. 18) o en la Carta de los Derechos Fundamentales de la UE y que además protege la autonomía personal y el control sobre los propios datos, salvaguardando la vida privada, la correspondencia y la imagen individual frente a injerencias arbitrarias,

“¿a qué estamos jugando?”

Porque ponemos en jaque no solo la veracidad de la información que nos llega y que puede suponer un gran agravio para los afectados, llegando a constituir un delito.

De ahí que, Dinamarca, haya impulsado una ampliación de los derechos de autor para proteger a los ciudadanos y reforzar la protección contra las imitaciones digitales de identidad.

Para lograrlo, el Ejecutivo pretende garantizar que todas las personas tengan derechos sobre sus propios cuerpo, rasgos faciales y voz, no pudiendo la imagen o voz con lA sin permiso y pudiendo la eliminación de contenido falso y pedir compensación.

Llegados a este punto debemos ser conscientes de nuestra Responsabilidad Social, como ciudadanos digitales, de comportarnos de manera respetuosa, tolerante y empática en línea, evitando la propagación de información falsa.

Además, debemos fomentar un uso responsable de la tecnología y educar sobre el respeto a la privacidad y la protección de datos, especialmente entre los menores de edad.

Deberíamos plantearnos cuestiones como:

¿Es necesaria una legislación clara sobre la identidad digital?

 ¿Qué pasa con la Huella Digital?

 ¿Podemos acabar sufriendo del síndrome de “egocentrismo digital”?

¿Nuestra identidad digital es todo lo privada que debiera?

Mi conclusión es clara: Hay que actualizar la normativa, adaptarse a la nueva realidad y no perder de vista la “ética digital” que en estos tiempos parece difuminarse con “el todo vale” y que en un futuro se topará con las huellas digitales ….

Créanme no nos gustarán. Así que, bravo por Dinamarca, tomemos nota  y defendamos publicar solo lo que queramos, cuando queramos y si nos arrepentimos: DELETE.

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